Cadro Edward Hopper
queda un suco prendido no tempo
unha mirada agochada
unha fenda que non cura
un desasosego que comeza
UN RECORDO, UN CINAMOMO ROSA. UNHA IMAXE, A MIÑA MADRIÑA FALÁNDOME. COIDO QUE NESE "AGORA" DA MIÑA INFANCIA COMECEI A OLLAR COMO POETA.
Cadro Edward Hopper
queda un suco prendido no tempo
unha mirada agochada
unha fenda que non cura
un desasosego que comeza
Ilustración Nicoletta Ceccoli
A la niña que llevamos dentro. No dejéis nunca de cuidarla.
Era tan pequeña que me daba miedo abrazarla.
Sin embargo, ella se moría por hacerlo.
Tan diminuta… tan inocente...tan poquita cosa…. que languidecía por momentos cuando la desatendía.
Me brindaba su mano. Y yo la rechazaba.
Cuando me miraba con sus ojos acuosos pidiendo una palabra de ahínco la ignoraba.
Jugaba sola en aquel parque sembrado de margaritas.
Se dormía cantando una nana en las noches frías.
Y abrigándose con sus manos pequeñas suspiraba al viento mi nombre.
A veces, una lágrima impotente resbalaba por sus mejillas rosadas.
Pero nunca se rendía. Era quien de oler la fragancia de una flor en su jardín y después depositarla con sumo cuidado en mi mente alborotada.
Cada día que pasaba era más insignificante para mí.
Pero ella tenía una estrategia.
Paró de observarme. Cortó las flores del jardín. Comenzó a rezarle a la lluvia. Cerró la puerta a su mundo.
Y comenzó a anidar el desasosiego en mis ojos.
Me volví inconsciente, también apesadumbrada e inexpresiva.
Mi piel se tornó ajada y desapareció la sonrisa con el primer verano.
Empezó a gestarse en mí una tristeza insoportable.
Aunque ella era inteligente y la llave que daba acceso a su mundo la depositó muy cerca de mi corazón.
Entonces recordé dónde la había puesto.
Me armé de valor. Bajé a las profundidades sumergiéndome en las venas hasta llegar a mi destino.
La agarré y la giré despacio, pero concienzudamente. Y allí estaba ella.
No la recordaba tan hermosa, ni con esos ojos grandes y acastañados.
Tampoco con esa sonrisa que iluminaba hasta la flor más ínfima.
Se echó en mis brazos plenamente confiada. Y entonces le juré que jamás la dejaría sola.
Ahora en nuestro jardín no solo crecen margaritas, también azucenas y pensamientos, orquídeas y calas, rosas de todos los colores.
Y aunque el invierno venga frío y desangelado siempre podemos hacer una hoguera y calentarnos juntas.
gustáballe recoller azaleas
brancas azuis rosas
mimábaas con mesura
mentres ía esfollando as flores
despois enchía a boca con elas
e sopraba enérxicamente
deixando caer cun veo multicolor
os pétalos no aire recén perfumado
era un ilusionista
na certeza de que nada
nos pertence
na búsqueda dunga lagoa
que bañe a nudez rota
atrapo o último vestixio
da túa memoria.
Mariola Hermida.