viernes, enero 25, 2019

SE ENAMORÓ UN DÍA DE SEPTIEMBRE


                                                                 Imagen sacada de la web




Se enamoró un día de septiembre, cuando las uvas estaban más dulces y el cielo, pincelado de un añil intenso, invitaba a meditar observando las figuras que las pocas nubes dibujaban a su paso.
Julia llevaba una vida lineal, sin sobresaltos, donde las horas escapaban sin previo aviso. Le gustaba la contemplación. Era capaz de observar simplemente cómo salía el sol cada mañana y se recogía al atardecer, dejando tras de sí una estela anaranjada en el horizonte.
Y entre tanto, ...la vida se le escapaba en los relojes blandos de Dalí o en las alas de un colibrí azul.
No echaba en falta el amor, porque no lo conocía. Pero cuando llegó cubierto de aventura y deseo, de orgasmos galopantes, su tranquila vida dio un giro de tresciento sesenta grados.
Y se echó a la aventura y al vértigo. Se derramó encima de la pasión como un torbellino de furia, con el eco de sus gemidos envueltos en una madeja sin fin.
Gastó toda su fuerza en quererlo, como si no hubiera un mañana, sin saber que él no era sólo suyo, sino de la vida misma. Fue ésta, quien le quitó el último latido dos meses después de conocerse. Su último aliento. Su amado sólo le dejaba cenizas y ausencia.
Y el otro día, sin ir más lejos, ella apareció tendida en el suelo, con la sangre todavía caliente derramada en las baldosas de la cocina, junto a una nota manuscrita que decía:-Querida Julia, si me amas, sígueme.
Hay amores que matan.