indira no sabe de reglas
ni de condicionamientos
tampoco de por qué tiene que ser diosa
sus ojos profundos y cándidos
no brillan con el fulgor de un niño
tampoco abrazan su pequeño cuerpo
ni le besan las mejillas
asomada desde la ventana de su cárcel
contempla a los turistas con sonrisa lánguida
sólo sus ojos resplandecen
a indira le arrebatan la inocencia cada día
cada día su alma joven envejece
a un ritmo acelerado
qué le enseñará su ojo de fuego
atisbará por un instante
la incongruencia humana
o sólo observará cómo han violado
su ingenuidad
a través de los cristales la veo
enaltecida y sumisa
mi pequeña diosa nepalí.