Ilustración Becca Stadtlander
Apenas quedó un leve rastro de nuestras sospechas. Sabíamos
por instinto que el deseo contenido a lo largo del tiempo mataba la cordura, pero
nunca imaginamos que el simple roce de nuestros dedos nos devolvería a la más
cruda realidad.
Habrías sembrado la semilla. Habrías recogido los frutos
todavía verdes y me habrías dejado volar
con el único recuerdo: el de mis versos que recorrerían el más profundo abanico
de mis sensaciones dormidas.