Un día de Agosto en Santa Comba, Playa de Cobas
Hace algunos años escribí un breve poema que decía así:
“No me niegas nada. Callado, silencioso.
Me regalas el mundo envuelto en tu sabiduría (no soy capaz
de abrazarte).
Me regalas tu mundo (maldito miedo que paraliza).
Me regalas tus años (bendito seas).
Y yo soy la que te obsequia con espinas.
Cómo ante tanta injusticia me regalas tu vida?”
Muchas veces, por
no saber escuchar a nuestro corazón,
éste sufre desmesuradamente.
Porque nos aferramos
al ego como a una tabla de salvación.
Porque anhelamos nuestra libertad externa, aquella que no nos sirve,
porque la verdadera libertad sólo se posee en el interior, no en las
pertenencias materiales ni en el tiempo…
He aprendido tantas cosas contigo…
El amor
incondicional, el respeto hacia los demás, el desapego…
La paciencia infinita, la alegría, la calma, la aceptación,
el perdón…
"Y el tiempo se fue apoderando de tus pasos.
Pero tú corrías más, escapabas al encuentro que sabías
llegaría pronto.
Ahora ibas cauto, sorteando el camino que llegaba a su fin.
Yo lo intuía. Y lloraba a escondidas la marcha que todavía
no se había producido.
Y la partida llegó.
Tu cuerpo terrenal se ha ido.
Pero tú, hermoso ser de luz, sigues con nosotros protegiéndonos como has hecho siempre.
Gracias."