No sabía que iría a la playa para llorar.
Al principio, con el rumor de las olas de fondo, me fui enmarañando en las palabras de un libro afectuoso, que tanta falta le hacía a mi alma herida.
Las lágrimas comenzaron a brotar entonces apenas leídos dos relatos.
Sí, las lágrimas comenzaron a brotar entonces como si estuviesen esperando días escondidas para luego deslizarse con una furia enérgica a través de mis mejillas. Mientras iban cayendo, mi cuerpo liberaba la rabia contenida.
Me fui desposeyendo de todas mis pertenencias.
En ese mismo instante comprendí lo que tenía que hacer.
Y sólo quedó el Amor, fluyendo por todos los poros de la piel.
Comenzó el sonido del mar a mecer mi mente.
La arena tibia aún por un sol otoñal fue como un bálsamo para mis pies desnudos y el silencio que surgió cuando una ola se retira abrió un espacio nuevo, donde amar sin condiciones.
Hoy, en este día de Octubre, cargado todavía de la energía del Sol he aprendido algo sumamente valioso que quiero compartir con todos vosotros, amigos lectores: en el don de dar está la Felicidad.
El amor es lo más grandioso que tenemos, estamos hechos para amar, por qué a veces tardamos tanto en demostrarlo?
Manos a la obra, queridos míos.
Un beso cargado de amor.